Una urgencia más de diciembre. Eres el elegido, el responsable de dar el discurso de fin de año en tu empresa. Parece una tarea titánica: resumir todo lo que pasó en el año, describir todos los desafíos para el año siguiente, dejar a todo el mundo contento, inspirado y aplaudiendo. Todo ésto con una audiencia que está pensando en regalos de navidad, llegar a la casa antes del taco y qué le pasa a ese mozo que no nos trae más champaña.
Mi amigo Fernando tenía que hacer un discurso de fin de año y acá están los tres consejos que le di:
1. Menos es más:
Probablemente el año estuvo lleno de logros, problemas y noticias. Seguro que hay un montón de gente que hizo cosas y una larga lista de agradecimientos. Pero no es el momento de revisar pendientes ni hacer listas de supermercado. Elige una sola cosa, un tema-fuerza y profundiza en eso. Puede ser lo más importante que ocurrió en el año o bien algo que en apariencia es menor pero sirve como metáfora o símbolo del año o de lo que está por venir.
Fernando, por ejemplo, me contó de muchos hitos del año en su empresa y muchos desafíos para el siguiente: app de e-commerce, cambio en el manejo de inventarios, programa de transformación digital, renovación de equipos… demasiado para mencionar en 10 minutos. Pero un elemento común a casi todo era la tecnología y la optimización de procesos. Decidimos que un buen concepto para el discurso era “la tecnología hará el trabajo más eficiente”.
2. Personaliza:
Nuestro cerebro evolucionó por millones de años en África, en una vida de cazadores recolectores. Y lo más importante para un cazador recolector es su tribu. Las 30 o 50 personas con la que su destino está indisolublemente ligado. Con esfuerzo y educación podemos llegar a entender conceptos como promedios, KPIs, CAGRs y EBITDAs… pero si me hablas de personas específicas en ambientes reales, entenderé y recordaré mucho más fácil.
Fernando entonces debía pasar de “la tecnología hará el trabajo más eficiente” a “la tecnología hará nuestro trabajo más eficiente”. Esto implicó sentarse a pensar cómo los cambios implementados y por implementar cambian la forma de trabajar y los resultados de los trabajadores de la empresa (la audiencia de Fernando).
Al personalizar es importante sintonizar con la experiencia, los intereses y los deseos de la audiencia. Fernando había estado todo el año trabajando en el app de e-commerce. Por lo tanto para él era natural que el app fuera el centro del discurso.
Sin embargo, su empresa aún factura el 85% en tiendas físicas y sólo un 5% de su audiencia tendría algo que ver con e-commerce. Por lo tanto, decidimos buscar ejemplos de tecnología asociados al mundo físico y a las tiendas tradicionales.
3. Ejemplifica y especifica:
Definido lo anterior, el discurso parecía casi listo. Fernando sólo debía decir algo como:
“Durante el año, gracias al esfuerzo de todos, hemos asumido con éxito el desafío de cambiar nuestra manera de trabajar. Incorporando la tecnología y cambiando nuestros procesos, hemos logrado mejoras en la eficiencia, haciendo nuestro trabajo mejor y más fácil… bla… bla… bla…”
Pero… probablemente aplicaste lectura veloz al párrafo anterior. O definitivamente te lo saltaste. Porque ya sabías más o menos lo que diría y porque está en términos generales. Y nuestro cerebro cazador-recolector no quiere generalidades: quiere personas, con problemas específicos en entornos reales. Es decir: ejemplos. Es decir: historias.
Encontrar la historia precisa para expresar la idea correcta es a lo que debiéramos dedicar más tiempo al momento de hacer un discurso.
Fernando, por suerte, se acordó de don Pedro Sepúlveda y encontró su discurso.
El discurso de Fernando:
Ustedes deben conocer a Pedro Sepúlveda. Para los que no sepan. Don Pedro es una institución en el centro de distribución de Antofagasta. 15 años a cargo de la bodega y todo siempre impecable. Don Pedro ha usado todos los sistemas de control de inventario de la historia... Pero ustedes saben que don Pedro es tan ordenado como desconfiado. La primera vez que fui al centro vi a Don Pedro pasar el lector de código de barras por una caja que había recepcionado. Luego, lo vi caminar a su oficina y anotar en un post-it la recepción de la caja. En su oficina, había una pared llena de post its formando una inmensa cuadrícula.
Le pregunté a don Pedro por qué estaba duplicando trabajo. Don Pedro me contestó que ese era su sistema y era la única forma de cuadrar el inventario. El “sistema” se podía caer justo para la revisión y además no podía llevarse el computador a la bodega si quería consultar algo. “Mi método no falla,” me dijo.
Le pregunté qué si dejaría de usar post its si el sistema funcionara bien.
Don Pedro lo pensó y me dijo: “tendría que funcionar requete-demasiado-bien… Pero eso no va a pasar.”
Volví en noviembre a ver a Don Pedro. Llegó una caja y don Pedro sacó su terminal portátil y la escaneó. El mismo terminal en el que ahora puede consultar, en tiempo real y conectado a la nube, cualquier detalle del inventario. Después de 15 años, don Pedro se convenció y cambió su método.
Al despedirse, don Pedro me dijo que me tenía un regalo. Buscó en la oficina y me pasó un minúsculo unicornio amarillo. Era un post-it meticulosamente doblado.
“Ahora que tengo más tiempo, me puse a estudiar origami,” me dijo.
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