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Foto del escritorMiguel Ángel Labarca

Las claves del mejor discurso de la historia.



Martin Luther King tuvo un sueño. Y fue un sueño capaz de cambiar el mundo.

¿Por qué el discurso de Martin Luther King funciona tan bien? ¿Qué hace que una idea pueda llegar al cerebro y al corazón de millones de personas? ¿Y cómo puedes ocupar los mismo principios de Martin Luther King para hablar de tus ideas, de tus proyectos y de tus sueños para cambiar el mundo?


Martin Luther King tenía una buena idea. Una idea que podríamos resumir así:


"Estados Unidos debe ser consecuente con sus principios y garantizar un estado de derecho que no discrimine a sus ciudadanos arbitrariamente."


Si la leemos con atención, es una idea con la que la mayoría de nosotros hubiéramos estado de acuerdo.


Pero escrita así, en lenguaje conceptual y abstracto, es imposible que pueda convencer, motivar y, mucho menos, cambiar el mundo.


¿Por qué el lenguaje de las abstracciones y los conceptos nos deja tan indiferentes?


Porque nuestro cerebro no evolucionó para un lenguaje de conceptos abstractos.

El mundo de nuestros antepasados era un mundo muy concreto. Un mundo de personas identificables, animales, plantas, lugares reconocibles y objetos tangibles y manipulables.


Para un cazador recolector las palabras “consecuente con sus principios”, “estado de derecho” y “discriminación arbitraria” no hubieran tenido ningún sentido.

Nosotros… tenemos una educación distinta. Podemos entender conceptos abstractos, pero aún así, nuestro cerebro tiene una predisposición natural por el lenguaje CONCRETO. Personas, objetos, lugares, plantas, animales y situaciones familiares.


Y esa es la clave. No solo del discurso de Martin Luther King, sino de todos los grandes discursos. Transformar las ideas abstractas en situaciones e imágenes concretas.


Veamos como lo hace Martin Luther King. Fíjate en este extracto.


Yo tengo un sueño.


Que un día en las rojas colinas de Georgia, los hijos de ex esclavos y los hijos de ex dueños de esclavos se puedan sentar juntos en la mesa de la hermandad (...)


Yo tengo un sueño: que mis cuatro pequeños hijos vivan un día en una nación donde no sean juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter.


Ves todas las referencias a lugares, personas y objetos tangibles. Veamos:


YO, tengo un SUEÑO.


Martin Luther King podría haber dicho: “todos los americanos queremos” o “Que bueno sería sí…”


Pero elige hablarnos de una persona. De él mismo. “Yo tengo un sueño”


Luego se refiere a una experiencia común a todos los seres humanos. Soñar. Todos sabemos lo que es soñar. Y todos sabemos que los sueños pueden hacer posible lo que parece imposible.


Las ROJAS COLINAS DE GEORGIA. Literalmente existen y son rojas, son un lugar real. Pero el rojo de las colinas también representa la sangre y la injusticia.


LOS HIJOS de esclavos y LOS HIJOS de ex dueños de esclavos. La FAMILIA era lo más importante para nuestros antepasados y sigue siendo lo más importante para nosotros. La referencia familiar hace tangible dos grupos numerosos que nos podrían haber sido indiferentes.


La MESA es un objeto tangible y SENTARSE EN LA MESA es una acción que todos conocemos y es una señal universal de confianza y HERMANDAD (nuevamente la familia).


Luego, en lugar de recurrir a un lugar común como “las futuras generaciones”, Martin Luther King nos habla de 4 personas concretas y, para él, muy cercanas: sus 4 pequeños hijos.


Y finalmente para referirse a la diferencia racial, elige la manera más concreta, tangible y VISIBLE de hacerlo: el color de la piel.


Si ves el discurso completo, te darás cuenta de que hay muchas otras referencias a personas identificables, objetos, situaciones familiares y lugares reconocibles.


Y, más allá de los aprendizajes prácticos que podamos sacar, el sueño de Martin Luther King sigue más vigente que nunca. En una época en la que muchos creen que el camino de la justicia pasa por obsesionarnos acerca de nuestras diferencias, Martin Luther King nos recuerda que existe un sueño en el que el objetivo es la hermandad más allá de las diferencias y en el que lo importante no es la superficie, sino lo que realmente somos: nuestro carácter, nuestras acciones y nuestras decisiones.

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